Día 23-La Eucaristía como sacrificio


ORACION INICIAL
¡Venid, oh Jesús! Hoy debéis habitar conmigo. Ignoro lo que me traerá el día de hoy: penas o alegrías, dichas pesares.
 Ahora ya os doy gracias por TOdo lo que vuestra mano paternal se digne enviarme. ¡Bendito seáis!
Pero no olvidéis, oh buen Jesús, que yo temo los sufrimientos y no me atrevo a llevar mi cruz sino sostenido por Vos.
No quiero llorar, sino reclinado sobre vuestro divino pecho.
 Venid, Jesús, mi buen Jesús.

SANTO EUCARISTICO

LA BEATA LAURA VICUÑA
(1891-1904)



Recibió a los 10 años la primera comunión y a los doce años obtuvo el permiso de su confesor para ofrecer su vida por la conversión de su madre, que en el mismo día de sus funerales retornó a los sacramentos.
Amó entrañablemente a Jesús y lo visitaba frecuentemente en la iglesia.

MEDITACION EUCARISTICA
La Eucaristía como sacrificio
Autor: SAN ALBERTO HURTADO


El sacrificio eucarístico es la renovación del sacrificio de la cruz. Como en la cruz todos estábamos incorporados en Cristo y como entrañados en la divina Víctima, inefablemente compenetrados e identificados con ella, y en ella y con ella fuimos misteriosamente inmolados; de igual manera en el sacrificio eucarístico, todos somos inmolados en Cristo y con Cristo.

Esta participación nuestra en la inmolación eucarística, esta inmanencia, esta comunicación (o mejor comunión) con Jesucristo-Víctima en la Eucaristía, nos enseña la mejor manera de asistir a la santa Misa, tomando en ella la parte que nos corresponde. La comunión con la víctima eucarística ya existe, es una realidad consoladora, no hemos de fingirla. Lo que debemos hacer es actuarla, o actuarnos en ella.

De dos maneras puede hacerse esta actuación.

La primera es ofrecer, como nuestra, al Padre celestial, la inmolación de Jesucristo, por lo mismo que también es nuestra inmolación.

La segunda manera, más práctica, consiste en aportar al sacrificio eucarístico nuestras inmolaciones propias y personales, ofreciendo nuestros trabajos y penalidades, sacrificando nuestras malas inclinaciones, crucificando con Cristo nuestro hombre viejo, el cuerpo de pecado. Con esto, al participar personalmente en el estado de víctima de Jesucristo, nos transubstanciamos en la víctima divina. Como el pan se transubstancia realmente en el cuerpo de Cristo, como también el sacerdote humano (y a modo, todos los fieles, toda la Iglesia) se transubstancia moralmente en Jesucristo-Sacerdote único y eterno, así todos los fieles nos transubstanciamos espiritualmente con Jesucristo Víctima. Con esto, nuestras inmolaciones personales son elevadas a ser inmolaciones eucarísticas de Jesucristo, quien, como Cabeza, asume y hace propias las inmolaciones de sus miembros. Un resentimiento, una pasión… inmoladas y ofrecidas en la Misa se convierten en inmolaciones de Jesucristo. Con lo cual su merecimiento crece inmensamente, y Dios acepta complacido nuestras propias inmolaciones como inmolaciones de su Hijo Divino.

El fuego de la inmolación eucarística, como el de la cruz, es el amor infinito del Corazón de Jesús. También abrasa y consume nuestras inmolaciones este fuego divino. Hay que ofrecer en la Misa los sacrificios ya hechos y los que pensamos hacer. En la Misa hay que adquirir, actuar, robustecer, endulzar y levantar de punto el espíritu de sacrificio.

¡Qué horizontes se abren aquí a la vida cristiana! La Misa centro de todo el día y de toda la vida. Con la mira puesta en el sacrificio eucarístico, ir siempre atesorando sacrificios que consumar y ofrecer en la Misa.

La Misa como sacramento: la comunión

“Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él… Vivirá en mí” (Jn 6,54). Comulgar es vivir en Jesús, y vivir de Jesús: como el sarmiento en la vid y de la vid. Jesús único principio y raíz de toda la vida, de la gracia, de la luz, de la fuerza, de la fecundidad, de la felicidad, del amor. Fuera de Jesús todo es muerte, esterilidad, desolación.

La Eucaristía como Misterio: la presencia real

Jesús se hace presente y permanece en la Eucaristía, para vivir con nosotros y que nosotros vivamos con Él. Jesús espera nuestras visitas. En Él hallaremos al amigo leal, al consejero fiel, al consolador amoroso, al confidente de nuestras penas y alegrías. Jesús recibe nuestras visitas como de un amigo con otro amigo querido. Aunque invisiblemente, quiere comunicarse con nosotros, nos atiende, nos habla…



ORACION FINAL

Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed...

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amastes hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.

Gracias Señor, porque quisistes celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra...

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía...

Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti...

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