ORACION PARA LA SANTISIMA EUCARISTIA
Acto de contrición.
Dulcísimo Jesús Sacramentado, en quien creo, en quien espero, a quien adoro y amo sobre todas las cosas; penetrado del mas vivo dolor de haberos ofendido, recurro a vuestros pies y presencia santísima, conociendo que he pecado delante del cielo y contra Vos, y por ser quien sois, Bondad infinita, me pesa una y mil veces de haberos ofendido.
Recibid, Señor, la contrición de mis pecados, y aumentadla y perfeccionadla para que sea firme el propósito que hago de nunca más volver a ofenderos, y de confesarme debidamente. Y en reconocimiento de la misericordia que espero me habéis de conceder, admitiéndome a vuestra gracia, quiero dedicarme a vuestro servicio en el Santísimo Sacramento, en donde os alabaré y bendeciré toda mi vida. Amén.
SANTO EUCARISTICO
San Agustín
San Agustín
"Cristo se sostuvo a si mismo en Sus manos cuando dio Su Cuerpo a Sus discípulos diciendo: "Este es mi Cuerpo". Nadie participa de esta Carne sin antes adorarla"
"Reconoce en este pan lo que colgó en la cruz, y en este caliz lo que fluyó de Su costado... todo lo que en muchas y variadas maneras anunciado antemano en los sacrificios del Antiguo Testamento pertenece a este singular sacrificio que se revela en el Nuevo Testamento"
-Sermón 3, 2; Circa 410 A.D..
MEDITACIONES SOBRE LA SAGRADA EUCARISTIA
42. Dios escondido en la Eucaristía
- La transubstanciación.
- - Jesús se oculta para que le descubran nuestra fe y nuestro amor.
- La Sagrada Eucaristía nos transforma.
- Cristo se nos entrega a cada uno, personalmente.
I. Adoro te devote, latens Deitas... Te adoro con devoción, Dios escondido, que estás verdaderamente oculto bajo estas apariencias. A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte (1).
Así comienza el himno que escribió Santo Tomás para la fiesta del Corpus Christi, y que ha servido a tantos fieles para meditar y expresar su fe y su amor a la Sagrada Eucaristía.
Te adoro con devoción, Dios escondido...
Verdaderamente Tú eres un Dios oculto (2), había proclamado ya el Profeta Isaías.
Te adoro con devoción, Dios escondido...
Verdaderamente Tú eres un Dios oculto (2), había proclamado ya el Profeta Isaías.
El Creador del Universo ha dejado las huellas de su obra; parecía como si Él quisiera quedarse en un segundo plano. Pero llegó un momento en la historia de la humanidad en que Dios decidió revelarnos su ser más íntimo. Es más, quiso en su bondad habitar entre nosotros, plantar su tienda en medio de los hombres, y se encarnó en el seno purísimo de María. Vino a la tierra y permaneció oculto para la mayoría de las gentes, que estaban preocupadas de otras cosas.
Santo Tomás afirma que la virtud de este sacramento es llevar a cabo cierta transformación del hombre en Cristo por el amor (7).
Le conocieron algunos que poseían un corazón sencillo y una mirada vigilante para lo divino: María, José, los pastores, los Magos, Ana, Simeón... Este anciano había esperado toda su vida la llegada del Mesías anunciado, y pudo exclamar ante Jesús Niño: Ahora, Señor, puedes sacar en paz de este mundo a tu siervo según tu palabra: porque mis ojos han visto a tu Salvador... (3).
¡Si nosotros pudiéramos decir lo mismo al acercarnos al Sagrario! Y después, en la vida pública, a pesar de los milagros en que Jesús manifestaba su poder divino, muchos no supieron descubrirlo. En otras ocasiones es el mismo Señor el que se esconde y manda a quienes Él mismo que no le descubran ha curado.
En Getsemaní y en la Pasión parecía oculta completamente la divinidad a los ojos de los hombres.
En la Cruz, la Virgen sabía con certeza que Aquel que moría era Jesús, Dios hecho hombre. Y a los ojos de muchos moría como un malhechor.
En la Sagrada Eucaristía, bajo las apariencias de pan y de vino, Jesús se vuelve a ocultar para que le descubran nuestra fe y nuestro amor.
En la Sagrada Eucaristía, bajo las apariencias de pan y de vino, Jesús se vuelve a ocultar para que le descubran nuestra fe y nuestro amor.
A Él le decimos en nuestra oración: "Señor, que nos haces participar del milagro de la Eucaristía: te pedimos que no te escondas", que esté siempre claro tu rostro a nuestros ojos; "que vivas con nosotros", porque sin Ti nuestra vida no tiene sentido; "que te veamos", con los ojos purificados en el sacramento de la Penitencia; "que te toquemos", como aquella mujer que se atrevió a tocar la orla de tu vestido y quedó curada; "que te sintamos", sin querer nunca acostumbrarnos al milagro; "que queramos estar siempre junto a Ti", que es el único lugar en el que hemos sido felices plenamente; "que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros trabajos", porque te lo hemos dado todo (4).
II. La presencia es una necesidad del amor, y el Maestro, que había dejado a los suyos el supremo mandamiento del amor, no podía sustraerse a esta característica de la verdadera amistad: el deseo de estar juntos.
II. La presencia es una necesidad del amor, y el Maestro, que había dejado a los suyos el supremo mandamiento del amor, no podía sustraerse a esta característica de la verdadera amistad: el deseo de estar juntos.
Para realizar este vivir con nosotros, a la espera del Cielo, se quedó en nuestros Sagrarios. Así hizo posibles aquellas vivas recomendaciones antes de su partida: Permaneced en Mí y Yo en vosotros. En adelante ya no os llamaré siervos. Yo os digo: vosotros sois mis amigos...Permaneced en mi amor (5).
Una amistad profunda con Jesús ha ido creciendo en tantas Comuniones, en las que Cristo nos ha visitado, y en tantas ocasiones como nosotros hemos ido a verle al Sagrario. Allí, oculto a los sentidos, pero tan claro a nuestra fe, Él nos esperaba; a sus pies hemos afirmado nuestros mejores ideales, y en Él hemos abandonado las preocupaciones, lo que en alguna ocasión nos podía agobiar... El Amigo comprende bien al amigo.
Allí, en la fuente, hemos ido a beber el modo de practicar las virtudes. Y hemos procurado que su fortaleza sea nuestra fortaleza, y su visión del mundo y de las personas, la nuestra... ¡Si un día pudiéramos decir también nosotros, como San Pablo: Ya no soy yo quien vive, sino Cristo en mí! (6).
Santo Tomás afirma que la virtud de este sacramento es llevar a cabo cierta transformación del hombre en Cristo por el amor (7).
Todos tenemos la experiencia de que cada uno vive, en buena parte, según aquello que ama. Los hombres con afición al estudio, al deporte, a su profesión, dicen que esas actividades son su vida.
De manera semejante, si un hombre busca sólo su interés, vive para sí. Y si amamos a Cristo y nos unimos a Él, viviremos por Él y para Él, de una manera tanto más profunda cuanto más hondo y verdadero sea el amor. Es más, la gracia nos configura por dentro y nos endiosa.
"¿Amas la tierra? -exclama San Agustín-. Serás tierra. ¿Amas a Dios? ¿Qué voy a decir? ¿Que serás dios? No me atrevo a decirlo, pero te lo dice la Escritura: Yo dije: sois dioses, y todos hijos del Altísimo (Sal 81, 6)" (8).
Vamos a ver a Jesús oculto en el Sagrario, y se anulan las distancias, y hasta el tiempo pierde sus límites ante esta Presencia que es vida eterna, semilla de resurrección y pregustación del gozo celestial. Es ahí donde la vida del cristiano irradia la vida de Jesús: en medio del trabajo, en su sonrisa habitual, en el modo como lleva las contrariedades y los dolores, el cristiano refleja a Cristo. Él, que permanece en el Sagrario, se manifiesta y se hace presente a los hombres en la vida corriente del cristiano.
Sagrarios de plata y oro // que abrigáis la omnipresencia // de Jesús, nuestro tesoro, // nuestra vida, nuestra ciencia. // Yo os bendigo y os adoro // con profunda reverencia... (9).
Desde hace dos mil años, el Hijo de Dios habita en medio de los hombres. "¡Él, en quien el Padre encuentra delicias inefables, en quien los bienaventurados beben una eternidad de dicha!
Sagrarios de plata y oro // que abrigáis la omnipresencia // de Jesús, nuestro tesoro, // nuestra vida, nuestra ciencia. // Yo os bendigo y os adoro // con profunda reverencia... (9).
Desde hace dos mil años, el Hijo de Dios habita en medio de los hombres. "¡Él, en quien el Padre encuentra delicias inefables, en quien los bienaventurados beben una eternidad de dicha!
El Verbo encarnado está ahí, en la Hostia, como en tiempo de los Apóstoles y de las muchedumbres de Palestina, con la infinita plenitud de una gracia capital, que no pide sino desbordarse sobre todos los hombres para transformarlos en Él. Habría que acercarse a este Verbo salvador con la fe de los humildes del Evangelio, que se precipitaban al encuentro de Cristo para tocar la franja de su vestidura y volvían sanos" (10). Así hacemos el propósito de acercarnos nosotros.
III. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. No deben desconcertarnos las apariencias sensibles. No todo lo real, ni siquiera todas las realidades creadas de este mundo, son percibidas por los sentidos, que son fuente de conocimiento, pero a la vez limitación de nuestra inteligencia.
III. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. No deben desconcertarnos las apariencias sensibles. No todo lo real, ni siquiera todas las realidades creadas de este mundo, son percibidas por los sentidos, que son fuente de conocimiento, pero a la vez limitación de nuestra inteligencia.
La Iglesia, en su peregrinación por este mundo hacia el Padre, posee en la Sagrada Eucaristía a la Segunda Persona de la Trinidad Beatísima, a la que no perciben los sentidos, que ha asumido la Humanidad Santísima de Cristo.
El Verbo se hizo carne (11) para habitar entre nosotros y hacernos partícipes de su divinidad. Vino para el mundo entero, y se hubiera encarnado por el menor y más indigno de los hombres.
San Pablo pregustaba esta realidad con gozo, y decía: el Hijo de Dios me amó y se entregó a Sí mismo por mí (12).
Jesús habría venido al mundo y padecido por mí solo. Ésta es la gran realidad que llena mi vida, podemos pensar todos. En la economía de la Redención, la Eucaristía fue el medio providencial elegido por Dios para permanecer personalmente, de modo único e irrepetible, en cada uno de nosotros.
Con alegría cantamos en la intimidad de nuestro corazón: Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium... Canta, lengua mía, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa, que el Rey de las naciones, Hijo de Madre fecunda, derramó por rescatar al mundo (13).
No está oculto Jesús. Nosotros le vemos cada día, le recibimos, le amamos, le visitamos... ¡Qué clara y diáfana es su Presencia cuando le contemplamos con una mirada limpia, llena de fe! Pensemos en cómo vamos a comulgar, quizá dentro de pocos minutos o de algunas horas, y pidamos a Dios Padre, nuestro Padre, que aumente la fe y el amor de nuestro corazón.
No está oculto Jesús. Nosotros le vemos cada día, le recibimos, le amamos, le visitamos... ¡Qué clara y diáfana es su Presencia cuando le contemplamos con una mirada limpia, llena de fe! Pensemos en cómo vamos a comulgar, quizá dentro de pocos minutos o de algunas horas, y pidamos a Dios Padre, nuestro Padre, que aumente la fe y el amor de nuestro corazón.
Quizá nos pueda servir aquella oración de Santo Tomás con la que tal vez nos hemos preparado para recibir a Jesús en otras ocasiones: "Omnipotente y sempiterno Dios, me acerco al sacramento de vuestro Hijo Unigénito, Nuestro Señor Jesucristo, como un enfermo al médico que le habrá de dar vida; como un inmundo acudo a la fuente de la misericordia; ciego, vengo a la luz de la eternidad; pobre y falto de todo, me presento al soberano Señor del cielo y de la tierra.
Ruego a vuestra inmensa largueza se sirva sanar mis enfermedades, purificar mis manchas, iluminar mis tinieblas, enriquecer mi miseria, vestir mi desnudez. Dulcísimo Señor, concededme que reciba el Cuerpo de vuestro Hijo Unigénito, nacido de la Virgen, con tal fervor que pueda ser unido íntimamente a Él y contado entre los miembros de su Cuerpo místico".
(1) Himno Adoro te devote.- (2) Is 45, 15.- (3) Lc 2, 29-30.- (4) Cfr. J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 542.- (5) Jn 15, 4; 9, 15.- (6) Gal 2, 20.- (7) Cfr. SANTO TOMAS, Libro IV de las Sentencias, Dist. 12, q. 2, a. 2 ad 1.- (8) SAN AGUSTIN, Comentario a la Carta de San Juan a los Parthos, 2, 14.- (9) SOR CRISTINA DE ARTEAGA, Sembrad, XCIX.- (10) M. M. PHILIPON, Los sacramentos en la vida cristiana, Palabra, 2ª ed., Madrid 1980, p. 132.- (11) Jn 1, 14.- (12) Gal 2, 20.- (13) Himno Pange, lingua..
Oh Dios, que nos dejaste la memoria de tu Pasión en este admirable Sacramento; concédenos que de tal suerte veneremos los sagrados misterios de tu cuerpo y sangre, que experimentemos continuamente en nosotros el fruto de tu redención.
Que vives y reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
(1) Himno Adoro te devote.- (2) Is 45, 15.- (3) Lc 2, 29-30.- (4) Cfr. J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 542.- (5) Jn 15, 4; 9, 15.- (6) Gal 2, 20.- (7) Cfr. SANTO TOMAS, Libro IV de las Sentencias, Dist. 12, q. 2, a. 2 ad 1.- (8) SAN AGUSTIN, Comentario a la Carta de San Juan a los Parthos, 2, 14.- (9) SOR CRISTINA DE ARTEAGA, Sembrad, XCIX.- (10) M. M. PHILIPON, Los sacramentos en la vida cristiana, Palabra, 2ª ed., Madrid 1980, p. 132.- (11) Jn 1, 14.- (12) Gal 2, 20.- (13) Himno Pange, lingua..
ORACION FINAL
Oh Dios, que nos dejaste la memoria de tu Pasión en este admirable Sacramento; concédenos que de tal suerte veneremos los sagrados misterios de tu cuerpo y sangre, que experimentemos continuamente en nosotros el fruto de tu redención.
Que vives y reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.