ORACION INICIAL
¡Venid, oh Jesús! Hoy debéis habitar conmigo. Ignoro lo que me traerá el día de hoy: penas o alegrías, dichaso pesares. Ahora ya os doy gracias por todo lo que vuestra mano paternal se digne enviarme. ¡Bendito seáis!Pero no olvidéis, oh buen Jesús, que yo temo los sufrimientos y no me atrevo a llevar mi cruz sino sostenido por Vos. No quiero llorar, sino reclinado sobre vuestro divino pecho. Venid, Jesús, mi buen Jesús.
SANTO EUCARISTICO
San Gregorio Magno (540-640)
“Pero sólo el haber recibido los sacramentos de nuestro Redentor no basta para la verdadera solemnidad del espíritu, a no ser que se unan a ellos también las buenas obras. Porque ¿qué aprovecha recibir con la boca su cuerpo y sangre y oponernos a El con perversas costumbres? Por lo que bien se añade aún para la comida: “Y panes ázimos con lechuga silvestre” (Ex 12, 8).
Come, por cierto, panes sin levadura el que ejecuta obras rectas sin la corrupción de la vanagloria, el que pone por obra los mandamientos de la misericordia sin mezcla de pecado, no sea que con perversidad destroce lo que parece administra con rectitud.” (Sobre los Evangelios Hom. 22, 8)
“Pero es necesario que cuando hagamos esto (el sacrificio eucarístico) nos inmolemos a nosotros mismos a Dios en contrición de corazón, porque los que celebramos los misterio de la pasión del Señor debemos imitar lo que hacemos. Pues entonces en verdad será para nosotros la oblación hecha a Dios, cuando nos hiciéremos a nosotros mismos oblación.” (Diálogos Libro IV cap. 59)
Maria Di Lorenzo afirma que el Año de la Eucaristía, convocado por Juan Pablo II, debería impulsarnos a reflexionar sobre la realidad, a menudo «desconocida» de muchas personas de a pie, que viven el «martirio silencioso» de la propia cotidianeidad, y en la Eucaristía encuentran «la fuerza de seguir adelante y testimoniar su ser cristiano sin titubeos».
En esta entrevista Di Lorenzo, escritora y periodista italiana, especializada en espiritualidad y cuestiones religiosas, ex redactora de la revista mensual «Madre di Dios», ha compartido algunas reflexiones sobre el valor de este sacramento en la vida de los santos.
ROMA, martes, 23 noviembre 2004 (ZENIT.org).
En este año, el Santo Padre se ha propuesto suscitar una nueva «maravilla» ante la Eucaristía, incluso mediante el relato de testimonios por parte de santos eucarísticos, que llegaron a obtener del pan partido no sólo alimento espiritual sino incluso el único alimento para seguir viviendo. ¿Qué santos le vienen a la mente al escuchar estas palabras?
Es difícil responder a su pregunta porque los santos eucarísticos en la Iglesia son muchos, incluso diría que todos los santos lo son. Si miramos los testimonios de vida ofrecidos por todos los santos y beatos de la Iglesia, desde los primeros siglos hasta nuestro días, vemos que no hay un solo santo que no haya sido estado forjado por la Eucaristía, por la pasión eucarística, por el amor eucarístico.
Todos, por decirlo de alguna manera, «han nacido de la Hostia». Tomo prestada esta expresión del beato Giacomo Alberione, fundador de la familia paulina, que lo decía siempre a sus amadísimos hijos espirituales: «Habéis nacido de la Hostia...». Es verdad. Y esto vale para todos los santos y beatos de la bimilenaria historia del catolicismo.
Entre todos, la figura con la que quizá más simpatizo es la de la Madre Teresa de Calcuta, a quien he dedicado un libro publicado en 2003, con motivo de su beatificación. La Madre Teresa es una santa profundamente eucarística. La Eucaristía era el corazón de su vida, de su espiritualidad.
Decía a las religiosas: «Jesús en la Eucaristía y Jesús en los pobres, bajo las especies del pan y bajo las especies del pobre, eso es lo que hace de nosotras contemplativas en el corazón del mundo». En la base de la espiritualidad de la Madre Teresa estaba el sagrario.
Y no es por casualidad que se llama «sagrarios» a las comunidades abiertas en todo el mundo por las misioneras de la Caridad, porque son las casas de Jesús, decía la Madre Teresa. Las religiosas comulgan todos los días y todos los días hacen una hora de adoración eucarística, que ocupa un lugar muy importante en la vida espiritual de las misioneras de la Caridad.
Hasta 1973, la adoración al Santísimo Sacramento tenía una periodicidad semanal pero, tras el capítulo general del aquel año, se decidió realizarla todos los días. Desde entonces, la Madre Teresa pudo comprobar que la vida de su congregación obtenía un gran beneficion de la adoración cotidiana: más vocaciones, mayor intimidad con Dios, más amor misericordioso por los pobres.
¿Cómo puede hablarse de la Eucaristía a los niños?
Los padres cristianos deberían educar a sus hijos, desde que son muy pequeños, al amor eucarístico. Me viene a la mente, en concreto, una espléndida figura, como la de Antonietta Meo, «Nennolina», la niña romana que se fue al cielo a sólo siete años, pronto será beata, que había recibido de sus padres, profundamente cristianos, una educación religiosa sencilla y, al mismo tiempo, fuerte, capaz de hacerle afrontar el penoso calvario de su enfermedad, y que se alimentaba del amor a la Hostia.
A Nennolina apenas le dio tiempo para hacer su primera comunión seis meses antes de morir y lo deseaba tanto. Pero hay otro episodio de su vida, en mi opinión extraordinario, que hay que conocer: cuando Nennolina iba a la guardería dirigida por las religiosas de la Santa Cruz en Jerusalén, con frecuencia vieron y luego han testimoniado que la niña, antes de salir de su capilla para ir a jugar al patio con los otros niños, se acercaba al sagrario diciendo en voz alta: «!Jesús, ven a jugar conmigo!».
Esta frase es muy expresiva del grado de intimidad que la pequeña «Nennolina», tenía con Jesús Eucaristía. Una confianza sencilla y amorosa que aprendió sin duda de sus padres.
¿Cree que la comunión cotidiana pueda también guiar en el recto camino de vida conyugal, como han demostrado los dos cónyuges beatos Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi, así como Celia Guérin y Louis Martin, padres de santa Teresa di Lisieux, que iban a misa juntos todos los días?
Para seguir con la respuesta a su pregunta anterior, afirmo que, sin duda, la comunión diaria y la adoración eucarística han forjado generaciones de santos y beatos, imprimiendo a su vida un dinamismo espiritual fuera de lo común.
Del mismo modo, han sido pilares de la vida espiritual de niños santos como Nennolina o, sólo por dar algún otro nombre, los beatos pastorcillos de Fátima; y de reflejo han marcado fuertemente el camino espiritual de numerosos matrimonios.
Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi, los padres de santa Teresita, Celia y Louis Martin han sido ya elevados por la Iglesia al honor de los altares; y hay otros matrimonios candidatos a los altares. Todos ellos mantenían una intensa vida eucarística, desde un camino ascensional del alma que, en la propia y personal dinámica de la vida de pareja, de ella obtenía su alimento, la propia savia vital de la Eucaristía. Como las plantas viven de luz, ellos han bebido en la fuente del Amor.
La meditación sobre la Eucaristía, en efecto prepara el terreno espiritual al seguimiento de Cristo y a la experimentación del camino hecho a menudo de luces y sombras, de fe y duda, en el descubrimiento a veces desgarrador, de la propia fragilidad humana; pero en una perspectiva salvífica, en la que incluso el dolor adquiere un sentido, en el sacrificio incruento de Cristo que se repite cada día en el altar y en el que todo se cumple y se santifica en el encuentro cotidiano con la Hostia que nos genera a la vida cada día.
Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed...
Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.
Gracias Señor, porque nos amastes hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.
Gracias Señor, porque quisistes celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.
Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra
Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía.
Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti